Más del treinta  por ciento de la ropa fabricada nunca llega a venderse

Es una de las primeras frases que aprendí sobre el controvertido mercado textil. Recientemente, Netflix estrenó el fantástico documental “Buy now!”, en el que además de subrayar que “Te la han jugado al 100%. Es una ciencia, una ciencia intencional, compleja y muy refinada para que compres cosas”,  se pone de relieve que mientras compañías como H&M o Zara crean 25.000 y 36.000 nuevos artículos al año, respectivamente, Shein lanza 1.300.000. 

Efectivamente, el problema de la industria textil es el mismo que en otras áreas: el exceso de consumismo, como resultado de un proceso dirigido y planeado por las marcas (en el mencionado documental también se dice “os conocemos, sabemos vuestra reacción a diferentes mensajes porque tenemos departamentos de investigación dedicados a eso”). En este contexto, acompañado de una buena historia, o storytelling, aceptamos usar, por ejemplo, teléfonos frágiles con baterías de 5000 mah cuando hace una década esos mismos aparatos usaban baterías reemplazables de 1000 mah y eran más resistentes. Se aceptó la obsolescencia programada, y el diseño de productos con una vida media de dos años, que es precisamente la duración de la garantía obligatoria. Siendo el problema de fondo el mismo (el de dar prioridad al beneficio exclusivamente económico por encima de otra cosa), las consecuencias en cada producto o mercado son diferentes. No necesitamos tantos productos. Google, no siempre estoy buscando algo nuevo, déjame en paz y deja de interrumpir mis vídeos con productos que no he pedido ni quiero. Y no, las cosas más importantes no pueden comprarse.

El desafío de la industria textil: del impacto ambiental a una economía circular con fibras recicladas

En el caso del textil, cuya riqueza generada supone entre un 6 y un 10% de la riqueza mundial anual, la consecuencia es el exceso de productos que se desechan, entre otras, como la sobreexplotación de la tierra, o trabajadores en países en vías de desarrollo. Sí, el hombre es parte de la naturaleza y del ecosistema. Una gran cantidad de ropa pasa a mercados secundarios y de bajo coste, y cuando se termina esa ruta, se destruye o se envía a terceros países para acabar en una montaña de ropa en una ciudad lejana de nombre impronunciable. 

Esto sería suficiente para parar y revisar cómo hacemos las cosas. Pero es que además, la introducción de polímeros derivados del petróleo, como los poliésteres o poliamidas (como el nailon o la licra) se hizo sin considerar más que sus (excelentes) propiedades mecánicas como fibra y su comercial. Toda prenda se degrada por la acción mecánica de las lavadoras y de la acción físico-química de los detergentes. El resultado es que esos polímeros provenientes del petróleo acaban en el mar. Llevamos décadas haciendo esto, y aunque se podía prever, nos sorprendimos cuando encontramos microplásticos en el océano, en peces y toda la cadena alimentaria, donde a veces juegan un papel biológico nada inocente, como puede ser el de actuar como disruptores endocrinos. Esta realidad no cambiaría si se usaran plásticos reciclados o provenientes de otras fuentes. Como diría Churchill, ahora estamos en un periodo de consecuencias.

El reciclaje de plásticos en la industria textil es tan sólo una parte de la solución, y debe complementarse con el uso de fibras naturales que también deben provenir del reciclado, ya que la previsión es que en el futuro no habrá suficiente algodón natural para colmar la demanda. Por tanto, en la empresa SaXcell (donde soy CTO) nos centramos en el reciclaje textil del polímero natural más abundante de la tierra, la celulosa, que está presente en el algodón. A través de la extracción del polímero de la ropa descartada y de un tratamiento adecuado, obtenemos una pulpa de celulosa de altísima calidad lista para usar en el proceso Lyocell para producir una fibra similar al algodón. Lyocell es un proceso (establecido antes que SaXcell) que habitualmente ha usado pulpa de celulosa proveniente de pulpas de madera cuyo origen es la tala de árboles, con lo que no solo reciclamos la ropa sino que de camino evitamos más tala de árboles. Además, el proceso Lyocell evita el uso de productos químicos altamente contaminantes en la fabricación de viscosa, por lo que contribuye a una industria sostenible. De ahí nuestra elección para usar nuestra pulpa en esta tecnología. Por otro lado, este tipo de reciclado químico es una alternativa que puede complementar al más conocido y maduro reciclado mecánico, que tiene muchas limitaciones técnicas, de baja calidad de la fibra y pérdida de materia prima en el proceso.

SAXCELL: Dando pasos en la dirección correcta

Desde principios de 2024, la fibra SaXcell L30 está disponible para productores de tejido, con una producción de 50 toneladas al mes, actualmente. Compañías como Bossa han usado SaXcell para una colección de vaqueros presentada recientemente en la feria Kingpins de Amsterdam.

Por otro lado, está proyectada una planta de producción pequeña (3.000 toneladas al año) en Enschede, en la región de Overijssel, un laboratorio de investigación “Cellulose pulp development center” y una planta de producción más grande en Turquía de 20.000 toneladas al año. Actualmente, SaXcell tiene dos plantas piloto (de sendas tecnologías para producir pulpa sostenible) en nuestras instalaciones, mientras que el grueso de la producción se realiza en la India, a través de nuestro socio, Birla Cellulose. En España, hay compañías que se dedican al reciclaje mecánico, como Recover, y en el futuro, Re&Up (del grupo Sanko) está estudiando construir una planta en España.

Este viaje que hace unos años emprendimos con SaXcell está y estará plagado de desafíos, pero iremos abordándolos a su debido momento. De momento, vamos dando pasos en la dirección correcta.

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Antonio Martínez Pascual

Antonio Martínez Pascual

CTO de SaXcell

Aunque mi interés por la ciencia y la tecnología ha sido siempre importante para mí, también lo es la responsabilidad que conlleva el crear algo nuevo, y su posible impacto no solo en el medio ambiente, sino en nuestra sociedad a todos los niveles. Por eso, entre mis intereses actualmente también están la filosofía y la historia, que nos enseña entre otras cosas las limitaciones y errores del ser humano. Cuanto más tecnificada es una sociedad, más humanidades se necesita para navegar en ella.

Nací en la ciudad de la Catedral gótica más grande del mundo. Cada día que amanezco en Sevilla desayuno tostada con aceite y jamón, y tengo una ruta de lugares que visito siempre que vuelvo. Suelo ir a misa, hago fotografía en mi tiempo libre y juego a la Play de vez en cuando. Pero sobre todo, lo que realmente me hace feliz es charlar con mi ahijada Paulinita.