La segunda promoción de mentores/as acreditados/as por CENL acaba de terminar su formación
Por Beba ARLANZON
Cuenta la tradición que el primer mentor de la historia fue Méntor, amigo de Ulises, a quien el héroe griego encomendó la educación de su hijo Telémaco antes de partir para la guerra de Troya. En realidad, Telémaco tuvo una mentora, ya que Atenea, diosa de la sabiduría, adoptó la apariencia de Méntor para guiar y aconsejar al joven. Es probable que la figura del mentor sea tan antigua como la humanidad. Sabemos que existía en diferentes culturas y que echó raíces en Europa. Así, Sócrates fue el maestro de Platón, Platón el de Aristóteles y Aristóteles, a su vez, el de Alejandro Magno. El mentorazgo pasó de Grecia a Roma y siguió evolucionando a lo largo de los siglos: la relación entre maestros y aprendices en los gremios y talleres medievales y renacentistas, los salones literarios de la Ilustración o los mentores políticos por citar algunos ejemplos. Una historia con rostro masculino a pesar de que también hubo mentoras. En cualquier caso, la esencia del mentorazgo no varía: alguien con experiencia asesora a otra persona con menos experiencia y le ayuda a desarrollarse. Para conocer en profundidad las características del mentorazgo del siglo XXI, entrevistamos a Laila Al Qadi, profesora de los dos cursos de acreditación impartidos en CENL.
Pregunta. Es posible que al oír la palabra «mentor», muchas personas piensen en los entrenadores deportivos (coach) de las películas americanas. ¿Qué hace un/a «mentor/a» en el siglo XXI y en qué se diferencia de otras figuras como el coach, el motivational speaker o, incluso, de un/a psicólogo/a?
Respuesta. Un mentor es una persona con experiencia que guía a otra (mentee) en la consecución de sus objetivos personales o profesionales y que comparte con ella vivencias, consejos y conocimientos. El mentorazgo es un proceso de desarrollo personal a través del aprendizaje y de los cambios emocionales, mentales y comportamentales que se producen en la persona mentorizada. En palabras de David Clutterbuk, co-fundador del European Mentoring and Coaching Council (EMCC) y pionero del mentoring profesional, «un mentor es un coach maduro». Los mentores hacemos coaching, entendido este como alinear objetivos y trabajar por ellos. Los psicólogos, en cambio, son profesionales del comportamiento humano y están capacitados para ayudar y aliviar situaciones que, por su complejidad, no pueden ser abordadas por un mentor. El mentor debe tener la capacidad de identificar estos aspectos, ser honesto y comunicarle al mentee que no puede ofrecerle la ayuda que necesita. Respecto a los ponentes motivacionales, alientan al espectador a través de charlas inspiradoras, pero no indagan, escuchan o acompañan en el proceso de desarrollo personal o profesional.
P. ¿Sobre qué bases científicas se sustenta el mentorazgo?
R. El mentoring se apoya en numerosos estudios científicos, solo hay que darse un paseo por el buscador o por editoriales científicas y ver lo que hay publicado. En realidad, se basa en la filosofía, neurología, antropología, sociología, psicología y pedagogía. Hay muchas disciplinas que han investigado, y siguen investigando, cómo influye el mentoring profesional en estos campos.
P. Las personas mentorizadas esperan resultados. En general, ¿cuál suele ser el porcentaje de éxito en condiciones «normales»? Es decir, con objetivos realistas, aprendices que se impliquen en el proceso y sin circunstancias adversas que interfieran de manera negativa en el proceso.
R. Se ha demostrado que el mentoring tiene muchísimas ventajas para el mentee si se cumplen determinadas condiciones. El mentee tiene que comprometerse con el proceso de aprendizaje porque va a encontrarse en situaciones que pueden «revolver» su interior y ser difíciles de gestionar. Muchos mentees abandonan cuando ven que el mentorazgo no es una formación, que el mentor no les va a decir cómo tienen que resolver sus asuntos ni cómo lograr sus objetivos, sino que a través de preguntas, conversaciones elevadas y escucha plena, el mentor incita, reta y cuestiona las creencias del mentee y le hace reflexionar sobre sí mismo. Cuando el mentee está abierto a explorar, a reflexionar y a poner en práctica decisiones que pueden estar fuera de su zona de control, el porcentaje de éxito es muy alto.
P.¿Cuándo deberíamos plantearnos ponernos en contacto con un/a mentor/a?
R. Prácticamente desde pequeños. Si tienes la posibilidad de participar en un programa de mentoring, aprovecha la oportunidad. Tanto el mentorazgo formal como el informal, es decir programas estructurados y con objetivos establecidos o programas flexibles, permiten acelerar el proceso de aprendizaje. Las ocasiones para plantearse recurrir a un mentor parten de uno mismo: cuando se está bloqueado y no se sabe qué hacer, cuando se quiere conseguir un puesto de trabajo, cuando se quiere desarrollar habilidades de liderazgo organizacional…
«Las personas buscan los servicios profesionales de los mentores para poder reflexionar sobre cómo lograr sus objetivos y vivir plenamente»
P. Un/a mentor/a tiene que conocer a la persona que mentoriza, pero no es su terapeuta. ¿Hasta qué punto el/la aprendiz tiene que «abrirse» en las sesiones?
R. El mentoring es una relación entre dos personas y, por lo tanto, debe haber confianza. La apertura de ambas partes es necesaria para establecer una comunicación en la que surjan reflexiones sobre el presente para poner en marcha acciones para el futuro. No obstante, siempre tiene que existir un acuerdo de confidencialidad para asegurar al mentee que nada de lo compartido en las sesiones va a utilizarse fuera de ellas. Los mentores no somos amigos, ni pretendemos serlo, pero muchas veces puede surgir una bonita amistad con el mentee que se mantiene tras finalizar el proceso.
P. ¿A partir de qué sesión debería ver el aprendiz sus propios progresos?
R. Como he comentado antes, depende del compromiso del mentee con su propio proceso. Normalmente, el cambio suele producirse alrededor de la sesión 4-6. A partir de ahí es cuando se empieza a establecer el plan de acción para lograr los objetivos.
P. ¿Qué filosofía de mentoring ha transmitido a los/as primeros/as mentores/as CENL? ¿La formación se ha centrado en los objetivos personales, conductuales o profesionales de las personas mentorizadas?
R. La filosofía que sigo es la de centrarme en la persona, como sostenía el psicólogo Carl Rogers. Por ello, en mis formaciones subrayo dos aspectos: la importancia de que el mentor se olvide de sí mismo y la importancia de que aprenda a escuchar para poder hacer la pregunta adecuada al mentee. Las personas mentorizadas pueden venir con objetivos personales o profesionales y los profesionales pueden terminar siendo personales. Sin embargo, esto no cambia nuestra forma de practicar el mentoring porque siempre se centrará en la persona y en su desarrollo.
P. ¿A qué se debe, en su opinión, el creciente interés de la gente por coaches y mentores/as?
R. Estamos inmersos en un mundo inmediato, donde no tenemos tiempo para pensar con calma y reflexionar. Tenemos que «hacer, hacer, hacer» y esto muchas veces se vuelve en contra de nuestros valores y principios. Las personas buscan los servicios profesionales de los mentores cuando necesitan un impulso, una aclaración o simplemente una ayuda para «bajar el ritmo» y poder analizar cómo lograr sus objetivos y vivir plenamente.
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